El “Cristo de la Patagua” es llamado también “Señor de la Humildad” en razón a la forma que tiene la imagen. La denominación primera le viene de la madera de la que está hecha y del modo cómo fue encontrado. Su tamaño apenas alcanza a 60 centímetros de alto.

Imagen 
«Cristo de la Patagua»

Cuenta la historia (recopilada por P. Honorio Aguilera Chávez, en febrero de 1961)



La imagen fue hallada, de una manera extraña, dentro de un tronco de una gruesa Patagua (pitra, en araucano), un par de cientos años atrás. La patagua es un árbol tiliáceo chileno (tricuspidaria dependens), que crece junto a los pantanos.

En las cercanías del estero de Bureo (pu, dentro; reo, olas), que desemboca en el río Perquilauquén (perquin, plumas; lavquen, río) y del poblado de Villaseca, al norponiente de Parral, estaba la propiedad en donde fue encontrada esta curiosa imagen de Cristo Crucificado.

Un día cualquiera llego sorpresivamente, a las casas de la propiedad un extraño peregrino. Solicitó que se dieran algunos trozos de leña, que dijo necesitar con urgencia. Casualmente había, en la leñera, un trozo muy grueso y enorme de una antigua patagua que, tras vivir muchos años junto a una vertiente, se había recién secado.

Los dueños de la casa entregaron, al peregrino extraño, el trozo de patagua y una cortante hacha. Contento se entregó a la dura faena de desastillar el duro y enorme tronco. Tras laborioso trabajo, solo le iba quedando la parte más gruesa por destrozar, en la tarde.

Por fin, al dar un fuerte hachazo, en esa parte, se vio saltar a la distancia un objeto extraño y curioso. Lo recogió el peregrino y se los llevó a los dueños de la casa. Todos vieron, con natural asombro, que representaba claramente a Cristo crucificado, en postura de profundad humildad.

El peregrino solicitó que le dejaran retocar la imagen. Autorizado para ello, la modeló con un afilado cuchillo que andaba trayendo al cinto. Al día siguiente, muy de mañana, partió llevando la leña que le habían dado y dejando, en poder de los dueños de casa, la imagen que había descubierto y retocado.

Se dio a la imagen el nombre de “Cristo de la Patagua” y corrió su historia por los contornos con rapidez. Fueron muchas las personas curiosas que acudieron a verla. Pronto comenzó a ser venerada, por la gente de los alrededores, en atención sobre todo a la forma como había sido encontrada.

Por allí cerca vivía una familia indígena; eran los Mitriuco (mitriu, planta medicinal; co, agua). Se componía esta familia del padre, la madre tres hijos. Un día se vieron atacado por una grave enfermedad y murieron todos, menos el menor de los hijos que era ciego, sin saberse cómo arribo el pobre indio medio muerto de hambre y cubierto de trunes (capsulas espinudas y adhesivas de abrojos), a la casa donde estaba “el Señor de la Patagua”. Decía él que, una mano extraña lo iba empujando. Todos atribuyeron este hecho al Santo Cristo. Con ello aumento la veneración que la gente ya le profesaba.

La señora Carmen Maureira, cuyos padres fueron los que encontraron, en su propiedad, “el Cristo de la Patagua” cerca del estero de Bureo, trajo la imagen a la ciudad de Parral y la tuvo en su casa de calle Dieciocho esq. Libertad. Esta señora, algunos años antes de morir, entregó al Convento de San Francisco “El Cristo de la Patagua”. Murió la señora Carmen Maureira en 1926, a los 86 años de edad. Había nacido, entonces, en 1840. Algunos años antes que ella naciera, habían encontrado, sus padres, “el Cristo de la Patagua”. Por lo tanto, se puede decir que, la imagen en cuestión, tiene hoy en día unos 183 años. Una nieta de la señora Carmen, la señora Ester Vivanco de Ibáñez, conserva vivo el recuerdo de los hechos narrados por sus antepasados y guarda algunos papeles que se refieren al “Cristo de la Patagua”.