La imagen del «Señor de los Males Incurables» es curiosa y tiene una muy interesante historia, que se relaciona con un famoso y triste flagelo que azotó a la ciudad de Parral, en el año 1887, una epidemia que causo espantosos estragos, desoló los barrios enteros, sin dejar en muchos hogares ningún mortal. El barrio de La Estación y del Puente Viejo, fue donde más se sintieron las consecuencias de tan terrible mal.

La imagen es pequeña y presenta a Cristo sentado en una silla de madera, y en actitud pensativa. Es una forma poco común de representar a Cristo. Además, la cara está ladeada hacia la derecha. Su historia es parte importante de la tradición oral de los parralinos que se ha transmitido del siglo XVII, hasta nuestros días.

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«El señor de los males incurables»

Una hermosa historia de “El Señor de los males incurables”


El año de 1887 devastó a Parral la contagiosa peste de la viruela, en forma incontenible y desastrosa. Pocas casas, sobre toda gente pobre, se libraron de esta temible enfermedad. Los barrios populares fueron, los más afectados.

La medicina del siglo XVII no tenía entonces los medios de que ahora dispone para cortar el mal y evitar el contagio.

Al lado sur de la Alameda de Parral fueron diezmadas casi todas las casas. Sin embargo, se dice que el hogar de doña Luisa González se vio libre de la peste, ante la extrañeza de la gente, que no sabía explicarse, el motivo de esta excepción. Doña Luisa, tenía en su casa esta imagen de “El Señor de los males incurables», que había heredado de sus antepasados y al que hacía súplicas continuas, para que la librará del peligro. Además, le mantenía prendida de día y de noche gruesas velas de cera, en número siempre impar.

La fama de este suceso corrió por todo el pueblo de Parral. Empezó la gente a acudir, en demanda de protección ante la curiosa imagen.

Le llevaban velas y le hacían súplicas, fervorosas. Con insistencia le pedían que los librara del peligro y cesara la peste devastadora.

Larga y dura fue la lucha contra la viruela. Duró el flagelo cinco meses, es decir, de Mayo a Septiembre de 1887. Las víctimas fueron incontables y casi no hubo hogar que no tuviera que lamentar la pérdida de algún ser querido. Pero al fin desapareció el mal. La gente del pueblo atribuyó el cese de la peste a un favor divino y a la intercesión de » El Señor de los males incurables».

Cuando iba a finalizar el siglo, corrió la insistente creencia de que se produciría el acabo de mundo, rumor que se repite en todos los fines de siglo.

Nuevamente los parralinos volvieron sus ojos hacia «el Señor de los males incurables», volvieron a encenderle velas en forma continua. Al fin, nada sucedió de extraño en el paso de un siglo a otro, pero “El Señor de los males incurables” sigue recibiendo la devoción de su pueblo.

Poco años antes de su muerte, la dueña de la imagen de «El Señor de los males incurables», doña Luisa González, hizo donación de ella al Convento San Francisco de Parral, para que quedara en buenas manos y se le pudiera seguir rindiendo culto. Muchos años han pasado de estas historias, pero los hechos ya forman parte de la memoria colectiva en el Pueblo de Parral y la devoción se mantiene viva entre la gente, pues aún siguen pagando mandas en gratitud y reconocimiento por favores recibidos y las velas no dejan de ser encendidas en su honor.